jueves, 29 de marzo de 2012

Como el viento


Juan 3:8 (RV) - "El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu."



Uno de los sonidos que más aprecio en este mundo es el sonido que se produce por la fuerza del viento. El viento, en su poder invisible a los ojos humanos, es una de las fuerzas más poderosas de la naturaleza. Nada lo puede detener, nadie lo puede entender en su plenitud. Los meteorólogos, aunque a veces capaces de hacer correctamente sus previsiones, son constantemente sorprendidos.

El texto que leemos arriba compara el cristiano nacido del Espíritu, con el viento. Tenga en cuenta que viento, la palabra en el texto original, también representa el espíritu. El Espíritu Santo es como el viento. Él sopla donde quiere. Podemos oírlo. No somos capaces de entender su grandeza y su movimiento.

Nuevamente en, Hechos, el Espíritu Santo es comparado con el viento, un viento poderoso.

Los Hechos 2:2-4 (RV) - "Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen."

Permítanme ofrecer un ejemplo. Imaginemos que usted y yo somos como pequeñas embarcaciones; como barcos en las aguas de este mundo. Los que han nacido del Espíritu son los que izan las velas y se dejan llevar por el viento. Aquellos que no son nacidos del Espíritu son los que luchan contra el viento. Mientras nos resistimos, conservando las velas bajas, no podemos movernos con fuerza. Podemos tratar de remar contra el viento, pero esto sólo representa un gran esfuerzo y fatiga sin ningún resultado.

Note que la actitud que permite al velero moverse con fuerza es izar  completamente las velas y rendirse al movimiento impetuoso del viento. El Espíritu Santo sopla donde quiere. Podemos escuchar su voz, pero no podemos escudriñar en la profundidad del pensamiento de Dios; no sin el Espíritu Santo. Él, sin embargo, puede y quiere llevarnos con Él, si lo permitimos.

Ese día nos rendiremos a Él. Nos olvidaremos  de los remos. Apagaremos los motores. Dejaremos de luchar contra el viento. Osaremos entregar el control de nuestros caminos. Izaremos las velas y descubrir dónde Él nos llevará.

¡Permanezca en la paz de Jesucristo!
Saulo.

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