viernes, 2 de marzo de 2012

La sangre de Abel clama...



"Si bien hicieres, ¿no serás ensalzado? y si no hicieres bien, el pecado está á la puerta: con todo esto, á ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.
"Y habló Caín á su hermano Abel: y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y le mató.
Y Jehová dijo á Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé; ¿soy yo guarda de mi hermano?

Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama á mí desde la tierra."

Génesis 4:7-10

Adán, el primer hombre, cuya traducción del nombre en hebreo significa "hombre", tuvo al principio dos hijos, Caín y Abel. Adán tipifica la humanidad, pero la humanidad alejada de Dios, la humanidad caída.

Dos fueron los primeros hijos de Adán. Dos fueron los primeros frutos de su virilidad. Note, que el primer fruto de la generación de Adán, a su vez, se convirtió en un asesino. Caín mató a Abel por envidia, de que Dios aceptó la oferta de éste y no la de él. Abel, también fruto de Adán, quiso agradar al Señor, y trató de ofrecer a Dios la mejor parte. La acción de Caín lo convirtió en un vagabundo, errante por la tierra.

Estos dos hijos de Adán, tipifican, por lo que veo, todos los otros hijos de Adán. Dentro de nuestra naturaleza humana, hay un deseo de conocer y agradar a Dios. Sin embargo, en nuestra naturaleza humana, también está producir el mal.

Pablo ya habló de esto en Romanos cuando dijo:


Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: Que el mal está en mí.
"Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios:
Mas veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi espíritu, y que me lleva cautivo á la ley del pecado que está en mis miembros.

¡Miserable hombre de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?

(NVI) Romanos 7:21-24

Caín y Abel, esta naturaleza humana, todavía luchan dentro de nosotros, los hombres, y Caín está siempre dentro de nosotros matando a Abel. Pero la sangre de Abel clama a Dios siempre. La humanidad anhela la presencia de Dios y la justicia de Dios.

Pablo continúa:


"Gracias doy á Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo á la ley de Dios, mas con la carne á la ley del pecado. 
AHORA pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme á la carne, mas conforme al espíritu.
Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
Porque lo que era imposible á la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios enviando á su Hijo en semejanza de carne de pecado, y á causa del pecado, condenó al pecado en la carne; "

(NVI) Romanos 7:25, 8:1-3

Esta batalla termina en Jesucristo. La sangre de Abel encuentra consuelo. Su clamor es escuchado. No necesitamos continuar viviendo en batalla interna, porque Jesucristo con su sangre redimió todos los pecados, y condenó toda la carne en la cruz, y cuando resucitó, resucitó para darnos vida, y la vida plena y abundante. Ya no es necesario vagar por la tierra, como lo hizo Caín. Por el contrario, podemos avanzar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, y experimentar que la alegría del Señor es nuestra fuerza.

Que podamos confesemos a Dios las cosas que pertenecen a la naturaleza de Caín, y nos llevan a abrir la puerta para que nuestra vieja naturaleza sea alimentada y manifestada. Sin embargo, en nuestros corazones, sabemos que tenemos que estar junto a Dios. La sangre de Abel clama, pero Jesús nos quiere libres hoy.

Dios quiere que vivamos la vida, y la vida plena, abundante en Él, por lo que no necesitamos llorar, gemir y vagar por la tierra. Antes podamos ser sal, luz, y caminar de acuerdo al propósito de Dios.

¡Permanezca en la paz de Jesucristo!
Saulo Oliveira Santos.

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